Ir de viaje a un desierto puede parecer algo extraño, y es que muchos se preguntarán qué vamos a ver en un lugar en el que su definición indica que no hay nada. Pero la verdad es que los desiertos son espacios naturales de gran belleza, que a veces albergan paisajes de otro mundo, y una flora y fauna única, así que pueden ser espacios realmente interesantes.
En el mundo hay muchos desiertos, pero nos vamos a ir a seis de los más bellos, o de los que se consideran más bellos y peculiares. En ellos siempre hay algo que los define, ya sea un paisaje lunar, tierra rojiza o formaciones rocosas de lo más especiales. Para aquellos que desean escaparse del ajetreo y encontrarse a sí mismos a través de la travesía en el desierto, aquí va una lista que les puede gustar.
Desierto del Sáhara, Marruecos
Comenzamos, como no, con el desierto más gran del mundo, el del Sáhara, que se extiende por el territorio de hasta 12 países diferentes. En semejante extensión, hay muchísimas cosas que ver, además de arena y los típicos paisajes desérticos. Es posible encontrar un cementerio de barcos en Nouadhibou, en su colisión con el mar o un lago de sal en Túnez en donde se pueden ver los famosos espejismos. También hay un valle con fósiles de ballenas, y es que no hay que olvidar que hace 40 millones de años, este desierto era un mar rodeado de abundante vegetación. Por otro lado, está le Oasis Chebika, en donde se grabaron escenas de La Guerra de las Galaxias o el Paciente Inglés. Así que puede ser una interesante visita, aunque no hay que olvidar que hay grandes distancias.
Wadi Rum, Jordania
Wadi Rum, el desierto en el que Lawrence de Arabia encontró cobijo, es para muchos uno de los más bellos, por sus paisajes rojizos, los cuales nos hacen pensar que bien podríamos estar en Marte, y no en la Tierra. Este desierto cuenta con enormes columnas o acantilados de piedra que se denominan jebels. Es el hogar de los beduinos desde hace siglos, y por ello merece un puesto en este ránking. En él es posible alojarse en las geniales jaimas, preparadas para el turismo, en donde se puede vivir la experiencia de dormir en pleno desierto. También se hacen paseos en camello o en vehículos por estos terrenos rojizos.
Desierto de Atacama, Chile
El desierto de Atacama está considerado como uno de los más secos del mundo. En él se puede descubrir una zona de géiseres en El Tatio, o extensos paisajes de otro mundo en el Valle de la Luna. Además, cada seis o siete años hay lluvias, lo que se traduce en una tímida vegetación, que hace años, con el fenómeno de El Niño, se tradujo en un gran manto de flores lilas que cubría el desierto entre el norte de la Serena y el sur de Antofagasta.
Desierto del Gobi, Mongolia
El desierto del Gobi también resulta peculiar a su manera. No por tener preciosas dunas poblándolo todo, ya que en general sus paisajes son más llanos y sencillos, sino porque todavía alberga a los mongoles, ese pueblo nómada con un estilo de vida que se ha perdido a nivel mundial. En muchas zonas no hay carreteras, pero ellos se guían por sus propios senderos y por las estrellas. La forma de vida de esta gente, que parece no haber cambiado en siglos, es una de las principales razones para adentrarse y descubrir lo que depara el desierto del Gobi.
Desierto de Namib, Namibia
El centro del desierto de Namib, Sossusvlei, es el lugar para encontrar el paisaje más característico de este desierto. Los esqueletos que se conservan de antiguas acacias africanas le dan a todo un aspecto casi poético, situados en donde hace cientos de años había un río que hace mucho que se secó. El Deadvlei, o ‘Laguna muerta’ es un lugar increíble para pasear y sobre todo para hacer increíbles fotografías. Las ramas oscuras en ese suelo blanco, con las dunas naranjas y el cielo de fondo es un escenario que define a este desierto, y que por lo tanto es de obligada visita.
Pinnacles Desert o Desierto de Pináculos, Australia
El desierto de los pináculos se encuentra en el Parque Nacional Nambung. Estos pináculos que se fueron formando por acumulación de conchas de moluscos hace miles de años, son un paisaje muy interesante, sobre todo para los apasionados de la geología. Esta zona, además, era casi desconocida hasta la década de los sesenta, siendo hoy un lugar más turístico. La mejor época en la que se puede visitar es la primavera, para poder pasear entre estos pináculos y realizar bonitas fotografías sin pasar demasiado calor. Además, aparecen algunas flores silvestres que animan el pasiaje. Durante el día puede que incluso veamos algún canguro por la zona.