Como en muchos otros países de Europa, Alemania es tierra de castillos. Al sur de Baviera encontramos los famosos tres castillos de Luis II de Baviera, conocido como el rey loco por su idea de querer vivir en un mundo de fantasía. Desde niño admiraba los relatos y narraciones tradicionales alemanes y cuando creció conservó ese carácter romántico y soñador que le llevó a ser artífice de algunos de los castillos más bellos del país.
Con tan sólo 19 años, Luis II de Baviera ascendió al trono para hacerse cargo del reino, algo con lo que no estaba de acuerdo. A medida que crecía su rechazo hacia la vida que llevaba, también aumentaban dos grandes obsesiones en las que se refugiaba: las creaciones artísticas de Richard Wagner y los palacios.
Cuando se vio obligado a desterrar a Wagner bajo las acusaciones de que éste tenía demasiada influencia sobre él, Luis II se refugió en la idea de construir su mundo de fantasía en forma de castillos y fortalezas para satisfacer sus ilusiones.
Su familia y la corte no supieron entender su carácter y el monarca pasó sus últimos años en el castillo de Neuschwanstein, antes de ser incapacitado, destituido y trasladado a otro castillo en el que murió en circunstancias extrañas pocos días después de su llegada.
Los castillos del rey loco
Castillo de Neuschwanstein
Este magnífico edificio es un símbolo de la arquitectura romántica y un gran icono turístico en Baviera. El castillo de Neuschwanstein es uno de los lugares más fotografiados de Alemania y fue fuente de inspiración para el mismísimo Walt Disney.
Luis II lo ordenó construir en sus primeros años de reinado, muy cerca de Hohenschwangau, el castillo de su padre. Sin embargo, Neuschwanstein nunca llegó a ser el refugio soñado por el rey puesto que las obras se retrasaban y los costes encarecían el proyecto más de lo inicialmente previsto. De hecho, Luis II no llegó a vivir allí más de cinco meses en total y en el momento de su muerte la construcción no estaba finalizada.
Pocas tiempo después de su entierro, sus herederos abrieron al público Neuschwanstein y con el dinero recaudado pagaron las deudas generadas por el sobrecoste. En la actualidad recibe 1,5 millones de visitantes cada año.
El tour por el interior del castillo de Neuschwanstein recorrer unos catorce espacios, entre ellos la cocina (una de las más modernas del mundo para la época), la sala de Cantores (dedicada a las sagas de la tradición caballeresca) y el salón del Trono, un espectacular espacio con aires de lujosa capilla que el monarca hizo construir para reivindicar su papel de mediador entre Dios y los hombres.
A lo largo de todo el castillo también se puede contemplar el animal predilecto de Luis II: el cisne o schwan en alemán que aparece en pinturas, sellos, escudos, nombres, bordados…
Pero no conviene sólo hacer el tour por el interior del castillo sino por los alrededores. El Puente de María es el lugar desde el que todos los viajeros toman fotografías de recuerdo por la espectacularidad de las vistas. Quizá el rey estuviera loco, pero tenía buen ojo para ubicar sus castillos.
Palacio de Herrenchiemsee
Elegido en la isla de Herrenchiemsee, en Baviera, entre los años 1878 y 1886 el rey Luis II ordenó construir este palacio para ser una réplica del palacio de Versailles, en Francia. Tras verlo en uno de sus viajes, quedó absolutamente maravillado y quiso reproducirlo en su tierra.
Sin embargo, Luis II de Baviera se quedó sin fondos durante las obras y murió antes de verlo acabado. Por eso sólo consta del ala principal aunque ante el palacio se despliegan hermosos jardines con setos recortados, laberintos, grandes fuentes ornamentales y hasta un embarcadero privado en el lago Chiemsee.
En el interior encontramos estancias amuebladas con todos los lujos, el dormitorio, la gran sala de los espejos, la escalera de embajadores, el salón de las porcelanas y las habitaciones vacías que por falta de financiación nunca pudieron ser decoradas como se había previsto. En el ala sur se alberga el Museo de Luis II de Baviera.
Palacio Linderhof
De los tres palacios construidos por el rey loco, el palacio de Linderhof es el más pequeño. El lugar elegido para edificarlo fue el valle de Graswang, cerca del pueblo de Oberammergau, en uno de los cotos de caza de su padre el rey Maximiliano II y fue el único que llegó a ver finalizado. Residió en él alrededor de ocho años hasta su misterioso fallecimiento.
Al igual que el anterior, este palacio dispone de un estilo muy similar al de Versailles. La fachada tiene inspiración barroca pero los interiores son de estilo rococó con muchas alusiones al rey Luis XIV de Francia, al que admiraba mucho Luis II. Especialmente destacables son la sala de los espejos, el dormitorio del rey con su gran lámpara araña de cristal y la sala de audiencia.
En los alrededores del palacio de Linderhof hay jardines y terrazas de estilo barroco combinadas con cascadas de inspiración renacentista italiana. Además, el monarca introdujo a lo largo de los mismos elementos como la llamada casa de Marruecos, la ermita de Gurnemanz, el quiosco morisco o la gruta de Venus, una cueva artificial que el rey usaba como escenario para disfrutar de las óperas wagnerianas que tanto le gustaban.