El Castillo de Houska, en la República Checa, es una fortaleza sin murallas ni fosos. Nunca los necesitó para mantener alejados a invasores y bandidos. Le bastó con una leyenda (¿o tal vez realidad?) que cuenta que fue construido sobre un pozo sin fondo que conduce al inframundo: la Puerta del Infierno.
Ese es el mito. La realidad es que el castillo fue construido en el siglo XIII por orden del rey Ottokar III de Bohemia en estilo gótico tardío. Esos detalles importan realmente muy poco a los turistas que se acercan a Hrad Houska, que llegan hasta este rincón del país rodeado de montañas y bosques, a unos 40 kilómetros al norte de Praga. Todos ellos se bajan inquietos de sus coches y autobuses con la esperanza y el temor de poder asomarse a esa boca negra e insondable que conduce al Averno.
Pavorosos carteles en la puerta dan cuenta de las fantásticas criaturas, medio humanas medio animales, que han salido de las profundidades del pozo a lo largo de la historia. Otra leyenda cuenta que una vez el rey decidió perdonar la vida a un grupo de condenados a muerte a cambio que descendieran por el pozo con una cuerda y contaran lo que allí vieran. El primero de los condenados solo pudo resistir unos segundos en la oscuridad. Cuando fue sacado de allí había envejecido 30 años.
Así se las gasta este castillo que, si no sobrenatural, es como poco extraño. Fue construido sin acceso a agua potable, sin cocina y lejos de cualquier camino y ruta comercial. Enigmas que refuerzan su aureola de lugar maldito.