Hay muchos trajes regionales en el mundo. En la historia de la vestimenta cada uno tiene su capítulo, su historia, su razón de ser. Al día de hoy, de la mano de la inmigración primero y de los medios masivos después, muchos de ellos se han vuelto conocidos.
¿Quién no sabe lo que es un cowboy, un gaucho, un holandés con zuecos de madera, o una mujer en sari? Lo mismo podríamos decir de un vasco, ¿no es cierto? Vemos la chapela o txapela y ya sabemos de dónde es. Veamos hoy la historia de la txapela vasca.
País Vasco
Primero presentamos oficialmente al País Vasco: un territorio que se extiende entre dos países, España y Francia, ocupando más de 20 mil kilómetros cuadrados y con más de 3 millones de habitantes.
El País Vasco tiene siete provincias históricas. Al norte está Gipúcoa, Vizcaya y Alava que forman la Comunidad autónoma Vasca. Navarra, por su parte, es otra región autónoma ella sola. Y al sur están Basse-Navarre, Soule y Labourd, dentro del departamento francés de los Pirineos Atlánticos, formando la Comunidad de Aglomeración País Vasco.
Los vascos conforman el pueblo más antiguo de Europa. Hablan euskera, una de las lenguas también más antiguas del continente, anterior a la llegada de las indo-europeas y del que, al día de hoy, aún se desconoce su origen.
La txapela vasca forma parte del patrimonio vasco, así que vamos a conocerla.
Txapela vasca
Los especialistas en la historia de esta prenda coinciden en decir que parece haber llegado desde el sur de Francia para popularizarse en el País Vasco a comienzos del siglo XIX, es decir bastante recientemente. No está documentado su uso anterior a esta fecha, aunque podría encontrarse alguna referencia suelta en textos del siglo XV.
A inicios del siglo XIX tiene lugar en esta parte de Europa las llamadas Guerras Napoléonicas, pero fue en las llamadas Guerras Carlistas, posteriores, entre 1833 y 1840, que el color rojo comenzó a popularizarse para la txapela, un tocado civil que ya estaba generalizándose, desplazando a los sombreros más tradicionales.
En estas Guerras Carlistas supo combatir un general llamado Tomás de Zumalacárregui, que llevaba en su cabeza este accesorio de color rojo. Así que de aquí que el ejército se bautizara txapelgorris, que traducido es «los portadores de la txapela roja».
Los avances en la industria textil, de la mano de la última etapa de la Revolución Industrial de entonces, hablamos de la impermeabilización y el abatanado (proceso que en la manufactura de la lana logra eliminar impurezas, suciedad y aceite para que el tejido se encoja y la tela quede lisa, ceñida y aisalda del agua), lograron por fin que el uso de la txapela se extendiera muchísimo a fines de ese siglo y comienzos del XX.
Abrieron entonces fábricas de boinas como La Casualidad o La Encartada (1892, Balmaseda), en Bizkaia, puntos de referencia a partir de entonces para la elaboración y venta de esta prenda típica. Esta fábrica, hoy cerrada, se ha convertido en un museo que puede visitarse en la localidad vizcaína de Balmaseda. Al día de hoy solo Boinas Elósegui, heredera de La Casualidad, sigue abierta.
Si bien la txapella nació en el siglo XIX la fama y el boom en su uso se dió más en el siglo XX. Saltó de ser una prenda de vestir para convertirse en lo que es hoy: el símbolo de la identidad vasca por excelencia. Supo salir de los espacios rurales y de trajes populares, siempre ligados al folclore, y de las clases obreras que lo usaban como parte de su uniforme de trabajo, con la alpargata y el mahón, y llegar a las ciudades y a la misma realeza.
Hoy puede ser que tal vez la gente común no la use a diario, pero sin dudas en fiestas y celebraciones, competiciones o eventos dentro y fuera de Europa la txapela es el símbolo del ser vasco. ¿Pero cómo es la txapela vasca? Un gorrito con un piquito o rabito en el centro (llamado txertena), y que se diferencia de la boina (con la que muchos la confunden), porque la txapela tiene más vuelo, es más ancha, mientras que la boina se ajusta más a la cabeza.
Es precisamente por ese rabito simpático del centro que se empieza a tejer la txapela y si se altera, pues es casi un agravio a la tradición. Y ni te digo cortar la txertena, caparla, pues un ultraje que podía terminar en duelo.
Hoy en día existe la txapela tradicional y también otras que son más personalizadas. Por ejemplo, en muchos eventos deportivos al ganador se lo corona con una txapela personalizada, bordada ya sea con texto o con imágenes alusivas a ese evento y que, a la postre, sirven como el propio trofeo: se la llama txapela txapeldun.
Es cierto que también las txapelas personalizadas circulan como regalos, souvenires de boda, homenajes, aniversarios y de muchos otros eventos sociales. Otra verdad es que ya no es solo la gente mayor la que usa la txapela o chapela, como se escribe en castellano, sino que hoy en día muchos fashionistas la eligen a la hora de ser chic o elegantes.
Y en el mundo, pues que una cosa es la clásica boina y otra muy distita es la boina vasca, así que por eso decimos que es símbolo de la identidad del pueblo vasco. Yo misma tenga la mía, si bien mi familia es de origen gallego. Sucede que mi suegra se apellida Etchebarne y nos ha traído de su viaje a la tierra de sus abuelos, una txapela roja. ¡Enorme! Hasta la hemos acompañado a alguna fiesta regional en la que la ha lucido con mucho orgullo.
Y es que la txapela o cualquier prenda o accesorio que sea considerado símbolo del patrimonio cultural de un pueblo tiene el peso de mucha historia, y no se trata solo de «usarla», sino de llevarla con orgullo y respeto por todo lo que significa: historia, lucha, identidad, olvido, presencia, diásporas dolorosas, reeencuentros, unión, amor.