Leyendas de Sevilla

Sevilla es un destino ideal para amantes de la cultura, además del sinfín de planes que puedes hacer en la ciudad, sus historias y leyendas son tan numerosas como bonitas y sorprendentes. Ten en cuenta que sus orígenes se remontan, como mínimo, a la ciudad romana de Híspalis fundada por Julio César en el siglo I antes de Cristo.

Por si ello fuera poco, la localidad andaluza gozó de enorme pujanza en tiempos medievales, cuando fue repoblada por aristócratas castellanos tras ser reconquistada por Fernando III el Santo en 1248. Y más aún en la época de los Austrias, cuando se convirtió en el primer puerto comercial con el Nuevo Mundo y en el centro económico del imperio español. Una historia tan rica, tenía por fuerza que dar lugar a numerosas historias de corte mítico. Por tanto, si quieres conocer las leyendas de Sevilla, vamos a contarte algunas de las más interesantes.

La historia de la bella Susona

El pasado violento de la ciudad aparece en esta historia que forma parte de las leyendas de Sevilla. Allá por la Edad Media, se produjo un asalto a la judería de Sevilla y, como respuesta, los judíos se confabularon con los moriscos para hacerse con el control de la ciudad.

Para organizar el plan, se reunieron en casa del banquero Diego Susón, cuya hija era famosa por su belleza en toda la zona. Se llamaba Susana Ben Susón y había entablado relaciones secretas con un joven caballero cristiano.

Como la conspiración se tramó en su casa, sabía de primera mano en qué iba a consistir. El plan era asesinar a los principales aristócratas de la ciudad. Y ella, temiendo por la vida de su amante, fue a contarle lo que se tramaba. No se dio cuenta de que, con ello, ponía en peligro a su familia y a todos los judíos sevillanos.

El caballero no tardó en advertir de la conspiración a las autoridades, quienes mandaron detener a los cabecillas de la trama, entre ellos el padre de Susona. Fueron ahorcados a los pocos días en Tablada, lugar donde se ajusticiaba a los peores criminales de la ciudad.

Susona

Susona representada en un azulejo del parque María Luisa en Sevilla

La joven fue rechazada por sus gentes, que la consideraron una traidora, y también por el caballero con el que mantenía relaciones. Y, a partir de aquí, la leyenda ofrece dos versiones. Según la primera, pidió ayuda al arcipreste de la catedral, Reginaldo de Toledo, quien la absolvió e intervino para que se retirase a un convento. En cambio, la segunda dice que tuvo dos hijos con un obispo y, tras verse repudiada por él, se convirtió en amante de un empresario sevillano.

Sin embargo, la leyenda vuelve a unificarse en su final. Cuando murió Susona, se abrió su testamento. Decía que deseaba que le fuera cortada la cabeza y se colocase a la puerta de su casa como testimonio de su desdicha. Todavía hoy puedes ver, si pasas por la calle Muerte, un azulejo con una calavera en la que habría sido vivienda de Susona. De hecho, esa vía también se conoce por el nombre de la muchacha.

Doña María Coronel y el aceite hirviendo

Esta leyenda de Sevilla tiene muchos ingredientes de una telenovela, sobre todo el amor y las ansias de venganza. Además, nos lleva a los tiempos de la reconquista de la ciudad. Doña María Coronel era una dama castellana hija de don Alfonso Fernández Coronel, quien era partidario de Alfonso XI de Castilla. Asimismo, se casó con don Juan de la Cerda, quien a su vez militó entre los defensores del hijo de aquel, Enrique II, cuando este se enfrentó a su hermanastro Pedro I por la sucesión al trono.

Por ello, este último asesinó a don Juan de la Cerda e incautó todos sus bienes, dejando a su viuda en la ruina. Pedro I no la conocía personalmente, pero, cuando la vio, quedó enamorado de ella. Sin embargo, doña María Coronel no estaba dispuesta a relacionarse con quien había mandado asesinar a su esposo y entró en el convento sevillano de Santa Clara.

Ni así consiguió que Pedro I, también llamado «el Cruel», cejase en su intento de tenerla como concubina. Hasta que un día, harta de su regio acosador, entró en la cocina del convento y se vertió aceite hirviendo por el rostro para desfigurarlo. De este modo logró que Pedro I la dejase en paz.

El convento de Santa Inés

Convento de Santa Inés

Aún pudo presenciar la muerte del monarca a manos de su hermanastro Enrique II, que devolvió los bienes confiscados a las hermanas Coronel por haber permanecido fieles a su causa. Así, estas dos damas pudieron fundar el convento de Santa Inés en el palacio que había sido de su padre. La primera abadesa sería, justamente, doña María Coronel, quien murió en torno a 1411.

La cabeza del rey don Pedro I, figura destacada en las leyendas de Sevilla

Justamente el cruel monarca castellano también protagoniza otras muchas leyendas de Sevilla. Por ejemplo, la que vamos a narrarte. Durante una de sus correrías nocturnas por la ciudad, Pedro se encontró con el hijo del conde Niebla, familia que apoyaba a Enrique II, como te decíamos su hermanastro. No tardaron en salir las espadas y el Cruel dio muerte al otro.

Sin embargo, el duelo despertó a una anciana que se asomó con un candil y, espantada al reconocer al asesino, volvió a encerrarse en su casa no sin haber dejado caer al suelo la lámpara que llevaba. El hipócrita Pedro prometió a la familia de la víctima que cortaría la cabeza al culpable de su muerte y la expondría en público.

Sabiendo que había sido visto por la anciana, la llamó a su presencia para preguntarle la identidad de criminal. La mujer puso un espejo frente al rey y le dijo «tenéis ahí al asesino». Entonces, don Pedro mandó que se cortase la cabeza a una de las estatuas de mármol que le rendían homenaje y que se colocase en una hornacina de madera. También ordenó que la caja se dejase en la misma calle donde había tenido lugar el violento suceso, pero que no fuera abierta hasta su propia muerte.

Todavía hoy puedes ver ese busto en la calle que se llama, precisamente, Cabeza del Rey Don Pedro. Y, por recordar este hecho legendario, la de enfrente, donde vivía la testigo, se denomina calle del Candil.

Cabeza del rey don Pedro

La cabeza del rey don Pedro

El hombre de piedra

Continuamos en el Medievo para hablar de esta otra leyenda de Sevilla. Cuenta que, en el siglo XV, había una taberna en la calle Buen Rostro, perteneciente al barrio de San Lorenzo, donde paraban gentes de toda índole.

Entonces, era costumbre que, al pasar el Santísimo Sacramento, las personas se arrodillasen. Cuando un grupo de amigos que se encontraban en el bar oyeron que se acercaba, salieron y se arrodillaron al pasar la comitiva. Todos menos uno. El llamado Mateo «el Rubio» quiso hacerse protagonista y, acusando a sus amigos de beatos, dijo a grandes voces que él no se arrodillaba.

Justo en ese momento, un rayo divino cayó sobre el infortunado Mateo convirtiendo su cuerpo en piedra. Todavía hoy se ve un torso de hombre en ese material desgastado por el paso del tiempo en la calle Buen Rostro, que desde entonces pasó a llamarse, justamente, Hombre de Piedra.

La historia del Cachorro, un clásico entre las leyendas de Sevilla

Si ya has visitado la ciudad andaluza, sabrás de sobra lo importante que es para sus habitantes el Cachorro de Triana, nombre con el que han bautizado popularmente al Cristo de la Expiración. Todas las Semanas Santas su cofradía lo saca en procesión desde su basílica rodeado de una atmósfera imponente.

No puede extrañarnos, por tanto, que entre las leyendas de Sevilla existan varias que tienen a esta figura como protagonista. Una de las más populares es la que vamos a narrarte a continuación.

Cuenta que un muchacho de raza gitana apodado precisamente Cachorro pasaba todos los días el puente de Barcas desde Triana, entonces un arrabal de la ciudad, hasta Sevilla. Una de las personas que lo veía hacer ese recorrido comenzó a sospechar que iba a visitar a su propia esposa. Es decir, que esta tenía tratos carnales con él.

El Cachorro

El Cristo de la Expiración, conocido como «el Cachorro»

Un día, lo esperó junto a la venta Vela y le asestó siete puñaladas. A los gritos del muchacho acudieron varias personas que no pudieron evitar la agresión. Entre ellas se encontraba el escultor Francisco Ruiz Gijón, quien a la postre sería el autor de la figura del Cristo de la Expiración.

Se dice que este, impactado por el dolor del joven, se inspiró en su rostro para esculpir el del famoso Cristo. Por cierto, no iba a visitar a la esposa del asesino, sino a una hermana que nadie conocía por lo que sus encuentros eran secretos.

La leyenda de la calle Sierpes

Esta céntrica calle es una de las más famosas de Sevilla, pero no todos los habitantes de la ciudad conocen el motivo de su nombre, que también se debe a una leyenda de Sevilla. Cuentan que, allá por el siglo XV, en la entonces llamada calle Espalderos comenzaron a desaparecer niños sin motivo aparente.

No se volvía a saber de ellos y esta dramática situación hizo correr el pánico entre los habitantes de la zona. El entonces regente de Sevilla, Alfonso de Cárdenas, no sabía qué hacer. Hasta que un preso le ofreció solucionar el misterio a cambio de su libertad.

Era Melchor de Quintana y estaba en la cárcel por haber participado en una sublevación contra el rey. El regente aceptó y entonces el condenado le condujo hasta el lugar donde había una enorme serpiente de unos veinte pies de largo. Tenía una daga clavada y estaba muerta. Había sido el propio Melchor quien se había enfrentado a ella y la había matado.

Calle Sierpes

La calle Sierpes

La sierpe o serpiente fue expuesta en la calle Espalderos para tranquilizar a sus habitantes. Se dice que vinieron a verla de todos los barrios de la ciudad y, desde entonces, la calle fue llamada de las Sierpes.

En conclusión, te hemos mostrado las más populares leyendas de Sevilla. Hay otras muchas como la del Cristo del Gran Poder, la de Santa Librada o la de las santas Justa y Rufina. Pero estas historias quedarán para otra ocasión. Si estás en la ciudad, disfrútala. Te dejamos en este enlace una lista con excursiones que puedes hacer desde Sevilla por si te queda tiempo para explorar los alrededores ¡No te arrepentirás!


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