Hubo un tiempo en que toda mujer sabía de enaguas, y como de un tiempo a esta parte se han dejado de usar muchas jóvenes no saben de qué se trata o a lo sumo las conocen por las películas.
La moda es hoy mucho más práctica y cómoda, pero toda prenda tiene su función así que… ¿qué utilidad tenían las enaguas antiguas?
Las enaguas
Primero podemos hablar de la propia palabra enagua. Parece que proviene del taíno, lengua hablada por los taínos que habitaban y habitan las islas del Caribe, del vocablo nagua. Así se llamaban las faldas de algodón hasta la rodilla que usaban los indígenas, y el español antiguo se apropió de ella. En muchos países también se dice combinación, fustán, saya, medio fondo o incluso, se usa la palabra inglesa pettitcoat.
En la moda las enaguas han empezado a formar parte del guardarropas más o menos desde el siglo XIV, en distintas culturas y con propósitos distinto, pero básicamente se trata de una prenda que era utilizada para darle forma a un vestido, darle volumen a una falda o evitar que esta tocara el piso.
De la mano de la evolución de la moda, en especial la moda femenina, las enaguas han cambiado también y de aquellas voluminosas prendas de antaño han pasado a ser prendas delgadas, parcas, usadas por cada vez menos mujeres en el día a día.
Lo cierto es que si bien originalmente las enaguas no eran para ser vistas, hubo períodos en los que esta prenda interior cobró mayor protagonismo y llegó incluso a ser mostrada a propósito, tal fue el caso de las enaguas del período histórico conocido como Regencia, entre el siglo XVI a mediados del XIX.
Ahora bien, ¿qué pasaba antes con las enaguas? ¿Qué utilidad tenían las enaguas antiguas? En los siglos XIV, XV y XVI tanto hombres como mujeres usaban una prenda similar, una suerte de vestido corto con mangas, o una túnica, en general sobre una camisa.
En el caso de las mujeres a veces eran flojas, a veces ajustadas y solían llegar al suelo o al menos hasta los tobillos. Formaba parte de un conjunto que incluía además chaqueta y vestido y varias enaguas más, todo dependiendo del rango que la mujer tuviese en la sociedad, el clima y la ocasión.
Mucho se ha estudiado en el campo de la historia de la moda, pero cuesta bastante ser específico para fechas anterior al 1600 porque no han llegado hasta nuestros días prendas de aquellos años, como para saber a ciencia cierta cómo eran o cómo se usaban. Increíblemente solo puede estarse seguro de una cosa: el color.
Y es que, por ejemplo, en tiempos de Isabel en Inglaterra, el color favorito era el rojo. Las enaguas de aquella época se describen usualmente como con un tono de rojo, adjudicando el hecho a que para los isabelinos el rojo era una señal de cuidado y podía brindar incluso calor al cuerpo. No es que todas las enguas fueran rojas, pero el rojo era popular.
Para el siglo XVII la moda fue cambiando y las enaguas se convirtieron en una prenda aparte, sin ningún objeto que las atara a la falda o el vestido. También se volvieron más importantes a la hora de crear la mejor silueta: una que se alcanzaba llevando entre ocho y diez enaguas nada más y nada menos.
También, hacia finales de ese mismo siglo las faldas de los vestidoss se abrían por delante revelando las enaguas, algo que vemos muy especialmetne en la moda de las damas francesas. ¿Y en el siglo XVIII?
Pues la moda de los vestidos o las faldas abiertas revelando las enaguas continuó y en un momento las enaguas pasaron a tener la forma de una falda más. Eso sí, estaban bordadas exquisitamente así que eran toda una belleza.
Las faldas en este momento, las famosas robe a la francaise, eran bastante estrechas, así que se necesitaban bolsillos o armazones laterales para darle mejor forma a las faldas. Así, se usaban menos enaguas para alcanzar la silueta deseada. Hablamos de esos vestidos «armados», aunque ese armazón se cubría con alguna enagua para suavizar las formas.
Después de la Revolución Francesa, alrededor del 1800, entran en escena prendas completamente distintas pues nace el elegante «estilo imperio». Aquí las enaguas pierden terreno en volúmen y se convierten basicamente en vestidos largos pegados al cuerpo que se llevan por debajo del vestido principal, con corpiño.
Por estos años el objetivo de las enaguas ya no es darle forma a la silueta correcta sino brindar cierta modestia al cuerpo femenino. Las telas en las que estaban confeccionados los vestidos eran finas, delicadas, así que se usaba otra capa de tela para tener más cobertura del cuerpo y ahí jugaban las enaguas.
Fue durante el Romanticismo siguiente que las faldas voluminosas reaparecieron y entonces desembarcaron de nuevo las enaguas para devolerle al cuerpo femenino las curvas que había perdido en el estilo imperio. Fue a partir de 1820 que las faldas empezaron paulatinamente a ser cada vez más anchas y con más enaguas por debajo.
Veinte años más tarde las faldas se habían convertido en prendas redondas y voluminosas que, junto con las enaguas, tenían un peso considerable. Entonces, la criolina empezó a utilizarse de nuevo y como es una tela con más «sostén», las enaguas extras volvieron a desaparecer.
Las mujeres de este momento usaban el vestido, la falda de criolina, por sobre ella una o dos enaguas para suavizar los contornos, y debajo solo una enagua, por cuestiones de modestia. A estas alturas ya nos dimos cuenta que las enaguas cambian de la mano de las faldas. Entonces, si cambia la forma de la falda cambia la enagua. Así, a comienzos de la época victoriana las faldas eran enormes y redondas y las enaguas eran bastantes anchas y redondas.
En el último cuarto del siglo XIX los vestidos debían tener movimiento así que las enaguas volvieron a cambiar y retomaron la forma plana por delante y más elaborada por detrás: las clásicas faldas con culo grande.
¿Pero cuál fue la utilidad de las enaguas en el siglo XX? Pues lamentablemente, las enaguas desaparecieron en la epoca eduardiana. En los años ’20 y ’30 del este siglo nace una prenda nueva: el vestido lencero.
El vestido lencero o slip dress, en inglés, es de diseño sencillo, con caída y de tirantes finos. ¿Tienes presente a Virginia Woolf? Algo así. La tela está cortada al bies y aunque sigue siendo de formas modestas no son tan cálidos o estilosos para la figura femenino como sus versiones anteriores.
Fue en los años ’50 del siglo XX que renacieron las enaguas por un breve período de tiempo y de la mano de Dior: tela suave hasta la rodilla. Pero, ¿cuándo desaparecieron para siempre? En los años ’60.
Podemos decir que las enaguas corrieron la misma suerte que los sombreros de mujer. De la mano del trabajo femenino, el crecimiento de la población y el uso de los transportes públicos, esos detalles de la moda dejaron de ser prácticos y se abandonaron.
Las enaguas nos acompañaron a las mujeres por mucho tiempo en nuestro deseo de moldear el cuerpo según la estética del momento: caderas grandes, cinturas pequeñas, modestia, delicadeza femenina y más.
De satén, de seda, de tul o de algodón, con botones o clips o con cintura de elástico, de distintos largos, las enaguas no se han ido del todo, de tanto en tanto la moda las trae de vuelta, pero de algo no cabe duda y es que siempre han jugado un rol en definir la femeneidad.