Recorre los Castillos del Loire

Si vas a estar algunos días en París siempre puedes apuntarte a un tour por los castillos del Loire. De ninguna manera conocerás todos, son bastantes, pero si quieres sacarte el gusto las excursiones parten bien temprano en la mañana y regresan alrededor de las 8 de la noche. Y aunque no te gusten los tours, déjame decirte que valen la pena.

Los castillos son preciosos, cada uno tiene su historia y si te atrae la Edad Media, el Renacimiento o la historia de Francia en general, que atraviesa cada una de estos centenarios edificios, debes conocerlos.

El Valle del Loire y sus castillos

El valle recorre unos 280 kilómetros y está hacia el centro de Francia. Serán unos 800 kilómetros cuadrados y es una región verde, de viñedos, jardines frutales, arroyos y pueblos históricos. Originalmente había muchos más castillos en el valle pero hoy quedan alrededor de 300. El fuego, la destrucción en la Revolución Francesa o simplemente el tiempo y el olvido han acabado con muchos de ellos.

Personalmente, creo que la mejor manera de conocer la zona es alquilar un coche y dedicarte algunos días a viajar y disfrutar. No es lo que usualmente tiene el turista así que casi siempre no queda otra que apuntarte a un tour. Cuando yo lo hice, hace pocos años, pagué poco más de 100 euros. Éramos siete personas nada más, cuatro de habla hispana, uno italiano y otro inglés, que partieron en una minivan a las 7:30 am rumbo al valle.

En mi caso conocimos los castillos de los que hoy voy a hablar: Chenonceau, Chambord y Cheverny, pero por supuesto hay otros muchos que quedaron en el tintero y son altamente recomendables y populares.

El Castillo de Chenonceau es conocido como el castillo de las damas y para mí es el más hermoso y uno de los que te permite una mayor inmersión en la vida de antaño. Por cómo está amoblado, calefaccionado…  Originalmente había aquí una pequeña fortaleza que fue reemplazada en el siglo XVI por un castillito renacentista que a lo largo del mismo siglo fue ampliándose hasta su tamaño actual.

Se lo conoce como un castillo de mujeres porque la primera dama que lo habitó fue Catherine Briconnet, ya que su esposo, el constructor, se la pasaba en la guerra. Después se lo vendieron a la corona para pagar deudas y entonces los monarcas empezaron a usarlo para días de caza o fiestas. Henri II se lo entregó a su amante, Diana de Poitiers y ella fue la que agregó el puente, amén de los jardines.

A la muerte del rey la reina, Catalina de Medici, la echó y una vez allí construyó la larga y elegante galería que hoy caracteriza al castillo, y el salón de fiestas. Es un hermoso castillo rodeado de verde y como la minivan o el coche estaciona a unos cien o ciento cincuenta metros te acercas caminando y las vistas son estupendas.

Cuando fui, en octubre, estaba encendido el hogar en la recepción y uno podía acercarse a calentarse las manos. Había aroma a flores frescas que provenían de enormes jarrones distribuidos aquí y allá en los salones y parecía una casa más que un castillo. Dentro hay muebles de estilo renacentista, muchos cuadros y tapices y en las habitaciones privadas del castillo obras de Rubens, Nattier o Le Primatice.

Tiene una capilla encantadora cuyos vitrales coloridos fueron destruidos por bombas de la Segunda Guerra, aunque hoy hay reemplazos. Yo no tuve la oportunidad de entrar porque estaba cerrado por reparaciones pero eso fue momentáneo. La caminata libre por el interior del castillo te lleva  a las cocinas, en los niveles inferiores, preciosas, con toda su batería de cocina en cobre colgada en las paredes y en estantes, y con ventanas pequeñitas que miran al puente y al río, justo para subir la pesca del agua a la cocina directamente.

La galería de 60 metros de largo es otra de sus maravillas, con pisos blancos y negros que oficiaban de salón de baile. ¿Puedes imaginar a las damas y caballeros bailando bajo la luz de las velas? La puerta en el otro extremo suele estar cerrada aunque en temporada alta de turismo la abren. No tuve esa suerte.

Finalmente los jardines son un paseo aparte. El de Catalina de Médici tiene un estanque central y el de Diane de Poitiers tiene una hermosa fuente. Los viernes, sábados y domingos de junio por la noche se iluminan, lo mismo cada noche de julio y agosto a partir de las 9:30 pm.

Para descansar un rato está la cafetería Le Orangerie, en los antiguos establos, donde la gente que contrató el tour con el almuerzo incluido se sienta a comer. ¿Conviene? No, hay un kiosko para picar algo y tienes más tiempo para pasear. La entrada este 2018 cuesta 14 euros o 18 con audio guía.

El siguiente castillo que conocí en aquel tour fue el Castillo de Cheverny. En realidad es una mansión más que un castillo y yo no entiendo porqué lo incluyeron en el tour cuando hay tantos hermosos castillos medievales. Pero bueno, es un castillito de estilo renacentista que está en manos de la misma familia desde hace seis siglos, los Huraults.

Cheverny se construyó entre 1604 y 1635, según la fuente, y tiene un clásico estilo Luis XIII, muy pero muy simétrico. Hoy en día está abierto parcialmente pues hay una parte que la familia sigue usando cuando va al campo. La visita es por un camino señalizado que te lleva de un salón a otro salón amoblado. El primero es un amplio salón decorado con armas, armaduras, espadas y hermosos tapices.

También pasas por un comedor con paneles de madera que relatan la historia de Don Quijote, con un hermoso hogar, pasas por un dormitorio, por un bonito salón de té con la mesa puesta y en el piso alto está la capilla privada del castillo.

Alrededor hay verdes jardines que en la guerra supieron guardar algunos de los tesoros del Louvre, y puedes caminar hasta que el guía de tu tour te llama para ir al siguiente castillo.

En mi caso fue el Castillo de Chambord. ¿El más famoso de todos? Pues sí, por lo impresionante. Fue construido por un rey extravagante, Francisco I, a comienzos del siglo XVI como un suntuoso coto de caza. Tiene 400 habitaciones, 365 hogares y 84 escaleras. Solo vivió aquí dos meses bajo su reinado y hoy es lamentable que no tenga un solo mueble, o casi, en su interior.

Chambord es un cascarón vacío pero todo abierto a que lo descubras, subas y bajes, te metas en habitaciones vacías, toques puertas de madera descuidadas, te trepes a los techos y contemples el paisaje. De hecho, si vas por tu cuenta, puedes caminar o andar en bici por sus amplísimos jardines. Dije que casi no había muebles y as así, salvo el dormitorio de Francisco I y el de Luis XIV que está dedicado a los juguetes reales. Después, no hay mucho más.

La perla de Chambord es su escalera en espiral que se dice fue diseñada por Leonardo Da Vinci. Si vas con alguien, uno sube por una escalinata y el otro por la otra y no se tocaran nunca. Las noches de julio y agosto a partir de las 10 pm hasta la medianoche se enciende la fachada del castillo con un show de luces y sonidos.

Además, hace poco un filantropo estadounidense, Schwarzman, dono el dinero para restaurar los jardines de la fachada norte y hoy brillan como en el siglo XVIII. ¡Y puedes alquilar bicicletas para pasear! La entrada este 2018 cuesta 13 euros.

¿Otros castillos del Loire? Villandry, el elegante Castillo de Amboise, Blois,, Langeais o el macizo Chaumont-sur-Loire.


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