Hace unos días vi un documental en la BBC sobre las pérdidas que se sufren en la vida y un caso relataba la triste experiencia de una familia: en un año habían muerto la madre y una hija dejando al padre y otra hija absolutamente solos.
Para resolver el duelo y la conflictiva relación padre-hija emprenden juntos un viaje a un festival del que nunca habían oído hablar: Burning Man. Catarsis, cultura, arte, misticismo, religión siglo XXI, todo eso y más es este festival en Estados Unidos. ¿Lo conoces?
Burning Man
Se trata de un festival de siete días de duración que tiene lugar en el desierto de Nevada, Estados Unidos, en una ciudad que nace de la nada y cuando termina el evento desaparece otra vez. Es una ciudad temporal donde la gente que acude vive allí temporalmente.
La ciudad fantasma, Black Rock, está a unos 150 kilómetros de Reno y cada año atrae a más personas así que los concurrentes ya superan los 50 mil. ¿Se paga entrada? Pues sí, la religión nunca es gratuita. Algunas entradas ronda los 400 dólares pero hay muchas a la mitad para todos puedan concurrir. También, se puede donar dinero para organizar el festival. Te metes en el sitio web y puedes dejar desde 25 dólares hasta mil o la cifra que puedas. El dinero va a la construcción de las estructuras de la ciudad y los proyectos de arte interactivo y eventos que hay dentro.
Cada uno va con su tienda de campaña o su casita rodante. El Burning Man gira en torno a los conceptos de sanación, inclusión, responsabilidad cívica, participación, regalar a otros y no dejar después ningún rastro en la tierra de esos siete alocados e introspectivos días. Este festival está organizado por una organización, valga la redundancia, sin fines de lucro establecida en 2014 pero que se remonta a los ’90.
Lo cierto es que el evento fue cambiando con el tiempo y se fue afinando en algunos cuestiones hasta adoptar las características actuales: no se permiten coches dentro, solo bicis, peatones o coches con función artística, nada de perros o fuegos artificiales y una cerca limitadora. Quien asiste al Burning Man es un Burner. No hay restricciones, todos están invitados a participar, no hay dinero en efectivo circulando y todo se basa en hacer regalos o truques. Lo poco que se vende ya tiene destino y por supuesto hay algunos gastos pero se especifican antes del día del evento.
La verdad es que lo que se arma en este lago seco de Nevada es como una exposición de arte al aire libre. Imagina Mad Max con Mel Gibson y te acercas bastante a lo que es Burning Man por lo menos desde lo estético. Gafas de sol, colores, cabellos punks, hippies new age, todo eso se ve circulando por ahí. Se han visto esculturas enormes de coyotes, circulan vehículos mutantes que se parecen a insectos o a coches post apocalípticos, triciclos, bicicletas retocadas y cada año hay un templo distinto que se quema la última noche, lo mismo que la estatua del Man, que marca el punto culminante del festival Burning Man.
Así, ha habido un Templo de la Mente, otro de las Lágrimas, otro de la Alegría o de las Estrellas y el de los Sueños. El año pasado se construyó el templo de la Promesa y este año el templo tuvo forma de pagoda de madera y se llamó simplemente El Templo. Una cosa de la que no me quiero olvidar es de la música. Aquí no hay lugar para Mozart o Bach. Lo que suena es música electrónica y hay DJ’s.
El evento tiene cierta onda rave así que la gente baila sola o en grupo con accesorios fosforescentes. Hay muchos estilos y por ejemplo, un DJ muy conocido como Armin vanm Buuren ha tocado aquí alguna vez. Cada año se suman bandas o DJ’s o estilos y el enorme campamento se va dividiendo en sectores.
Cómo llegar al Burning Man
Como dije está a unos cientos de kilómetros de la ciudad de Reno así que un camino fácil es tomar un avión hasta el Aeropuerto Internacional Reno-Tahoe. Desde aquí tienes dos horas de viaje en coche por la autopista 34. De allí pasas a un camino de tierra y sí o sí debes llegar cuando las cabinas de entrada están abiertas porque no es posible esperar a que abran estando estacionado fuera.
También puedes contratar shuttles desde Reno o San Francisco o una vez dentro del campamento hay un servicio de autobuses pago entre el lugar y las ciudades más cercanas, Empire y Gerlach, pero no es tan conveniente salir y entrar porque eso implica un coste. El ticket debe comprarse por anticipado, no se vende en la entrada, y allí mismo los coches se revisan para que a la ciudad Black Rock no ingrese nada que esté prohibido.
Finalmente, la idea del Burning Man es no dejar rastro. Entonces, cuando llega el final todo se quema y esa quema es el momento culminante. Fantástico e inolvidable. La idea es no contaminar el lugar después de tanta actividad humana. Entonces, las obras de arte hechas con metal y otras cosas poco combustibles se queman en un sitio especial. Obviamente siempre hay críticas y por supuesto es imposible que una actividad humana no tenga consecuencias o efectos negativos así que Burning Man ha recibido algunas críticas… y la atracción de celebridades.
Y sí, imposible que los famosos escapen de esto pero no son hippies así que sus campamentos son de lujo. Eso ha generado alunas controversias entre burners y como reacción no han faltado actos de vandalismo. Y por si fuera poco, de la mano de la fama han subido los precios y cada año el ticket cuesta más. Si sumas entrada, comida, los costes de acampar, la ropa, los regalos y el transporte tranquilamente la cifra supera los 1000 dólares y mucho más.
¿Y es un festival multiétnico o no? La pregunta es válida porque después de todo aunque Estados Unidos se vende a sí mismo como un país multiétnico sabemos los conflictos que tienen dentro. Según algunos datos más del el 90 % de los que asisten son blancos (ellos separan a los latinos de los blancos pero a mí me parece que tal distinción no es válida), y hay muy pocos asiáticos y casi ningún negro. Si el tema de Burning Man te interesa hay cuatro documentales disponibles y un sitio web muy completo del que en parte obtuvimos estas fotografías.